Y me agoto
mental y emocionalmente de pensar que no sé qué escribir, teniendo tantas ganas
de hacerlo. Será que no sólo me dejaste sin ganas de hacer compulsivamente
chistes como siempre, que me siento tan ajena, también me dejaste sin palabras.
Obvio que en el mal sentido, como siempre hacés. Bah, hacías, ya no más. Un día
te levantás y ya no existe, me dijo mi amigarmana. Y así fue, contra todo
pronóstico. Y ahora, qué? Hay un
sentimiento de vacío similar a cuando no te gusta nadie? Por qué necesito llenarme
con eso? Nadie me gusta, subí mucho la vara y ahora es difícil bajar. Por eso
me enamoro de gente que no existe, me hizo notar la más colorida de mis amigas.
Y sino, me pongo a histeriquear con algún pendejo que me admire un poco, para
sentirme bien y no engancharme. Pero no me llena. Y a veces, como hoy, me
descubro casi llorando porque uno de los pendejos anuncia con bombos y
platillos un noviazgo en Facebook, cuando en realidad no me duele eso. Me duele
el orgullo.
Qué es esto?
Algo que escribí un día y la indeterminación que me caracteriza me hizo
abandonar. Será una vez más de las que pospongo las cosas. No me alcanza con el
feliz y hermoso botón de “posponer” de la
alarma del celular que uso como despertador. Y parece que somos dos, en
esta vida, las que andamos posponiendo cosas, que primero hago esto, para
después poder hacer lo otro. Y la cultura del presente? Y el Carpe diem? Y el
disfrutar el momento? Lo pospusimos, toda la vida.
Porque no sé qué
nos trajo ni como vinimos a la cotidianeidad de la posposición de cosas, o cómo
se llame. Y de repente nos encontramos con una biblioteca llena de libros a
medio leer con dueños no del todo definidos. Con CDs en cajitas equivocadas que
dijimos que un día íbamos a ordenar. Pero primero seguro había otra cosa que
hacer. Y acá estamos, existiendo, en el futuro distante que no llega y que
depende de tantas cosas previas que tenemos que resolver. Quién nos viera
comiendo torta, que fue la primer determinación que pudimos tomar, sin tener
que posponer nada. Porque ahora que nos cae la ficha de la mudanza, ahora que
nos tenemos que ir de este departamento que queremos y mucho, me doy cuenta,
que era verdad. No puedo saber si me voy a llevar la cama, si no sé con qué
espacio voy a contar en mi nueva casa. No puedo saber cerca de quién voy a
vivir, ni cuánta plata le tengo que pedir a mi viejo para hacer el papeleo.
Porque lógico, pospuse y la guita no me va a alcanzar para entrar a alquilar
sin pedir socorro.
Y así
posponiendo cosas, es que pospongo seguir escribiendo. Es que le digo a mi
amiga que tengo que salir más, que esto de laburar en casa está buenísimo, pero
necesito socializar. Que así encerrada es imposible conocer gente. Pero le digo
que estoy cansada a la primer propuesta de birra de domingo por la tarde. Ni
después de un buen susto de una jugarreta de mi cabecita, ni de una noche
descocada, cambio de accionar. Y hoy nos hicimos las que embalábamos las cosas,
pero volvimos a poner las cajas de zapatos en la parte alta del placard. Porque
parece que esto es en lo que me va bien.
Y la que me lo hace notar más, porque lo vive en carne propia pero a
plena y engorrosa conciencia, es mi amiga, tan fresca, yo la veo tan simple,
tan orientada. Y se siente perdida, pero, es esto, este momento de posposición,
cuando terminemos de hacer todo lo que tenemos que hacer, seguro vamos a estar
bien, no?